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El azafran silvestre o colchicum autumnale, una sutil y bella flor que florece en el otoño en nuestras montañas de la sierra de Mariola. El azafrán silvestre se llama colchicum, palabra que deriva de Colchis, una región del mar Negro donde abundaba esta planta y autumnalis porque florece en otoño.

Esta planta conocida como azafrán silvestre no es el azafrán de cocina (Crocus sativus), el azafrán que usamos en cocina, el crocus, se utiliza como colorante alimenticio, y también por sus múltiples propiedades medicinales. El colchicum, que podemos encontrar por nuestras montañas no tiene las mismas propiedades que el crocus, y además es tóxico. Ambas plantas se parecen mucho, pero el azafrán de cocina, no crece naturalmente en las montañas, sino que es cultivado siempre (no se puede reproducir por él mismo), por tanto la flor que podemos encontrar que nace espontáneamente en las montañas será siempre el azafrán silvestre. El colchicum o azafrán silvestre es rico en alcaloides tóxicos, prncipalmente la colchicina, especialmente peligrosos para embarazadas y niños.

El Colchicum autumnales, cólquico, mataperros, narciso de otoño o quitameriendas, pertenece a la familia de las colchinaceas. Es una planta cuya flor es de color claro, entre rosa y lila. El bulbo de colchicum se usó tradicionalmente para las crisis de gota y contra la artritis crónica pues favorece la excreción del ácido úrico, es diurético, por este motivo se usa también para la hidropesia y afecciones renales como la arenilla de riñón. Pero no hay que olvidar su toxicidad que provocará diarreas y vómitos a dosis más bajas, pero que a dosis altas puede llegar a ser mortal.

La Colchicina ha sido utilizada desde la antigüedad, en el papiro Egipcio de Ebers (1550 a.C.) donde se describen las enfermedades que ya conocían los Egipcios y sus tratamientos, ya se habla de la gota y el uso del colchicum autumnales como su tratamiento principal.

En el siglo V a.C. Hipócrates describe también la gota, pero en esta época el uso de colchicum autumnale se elimina debido a su toxicidad. Dioscorides en su libro De Materia Médica, también describe esta planta como muy tóxica y por tanto desaconseja su uso.

Fue en el siglo VI y VII, en el imperio bizantino, cuando Alejandro de Tralles describe una planta, la Hermodactyl (dedo de Hermes) para el tratamiento de las afecciones de gota, planta que hoy en día conocemos como la colchicina. Esta planta también fue usada por Avicena y Rhazes, aunque su uso quedó muy restringido, de nuevo, debido a sus efectos tóxicos.

En 763, Anton de Stork reintrodujo el uso de raíz de Colchicum autumnale como terapia para la hidropesia y como purgante. Nicolas de Husson, en 1770, fue quien introdujo en uso de la Colchicum autumnale como panacea para las crisis de gota y los dolores en general, de hecho este fue el tratamiento que siguió Benajmin Franklin para su afección de gota, y este remedio se introdujo con fuerza en EEUU. Se empezó a usar el Colchicum autumnales para todo tipo de dolores, gota, ciática, lumbalgia, reuma, paralisis,…. se la conocía como el «Eau médicinale». Finalmente, en 1814 James Want descubrió el alcaloide que actúa como principio activo antiinflamatorio de la Colchinum autumnale: la colchicina. En 1820, Haden describe la colchicina como el remedio general para el tratamiento de las enfermedades inflamatorias, tanto agudas como crónicas. Finalmente, en el siglo XIX Houde consiguió la síntesis del principio activo de la colchicina, y este medicamento fue ampliamente utilizado hasta la aparición de los antiinflamatorios AINE y la cortisona en el siglo XX.

La colchicina, ha quedado en la actualidad como tratamiento específico para los ataques de gota y la fiebre mediterránea familiar.

La colchicina tiene propiedades antimitóticas, impide la mitosis, la división celular, por este motivo se utiliza en medicina como antiinflamatorio, inhibe la mitosis de los macrófagos y por tanto frena las reacciones inflamatorias de nuestras defensas, también puede llegar a bajarnos el recuento leucocitario, es decir nuestras defensas, lo cual reduce la respuesta inflamatoria, pero puede tener graves efectos adversos.

La colchicina inhibe la mitosis en su fase de metafase, es decir que sí se ha hecho la duplicación del ADN pero la célula no llega a duplicarse. Esta capacidad de impedir la duplicación celular, en principio es negativa para todos nuestros tejidos, pero es cierto que en las respuestas inmunológicas excesivas, como ciertas enfermedades autoinmunes, impedir la multiplicación  y el aumento de nuestras defensas pueden ser una ayuda en los momentos de crisis. También su uso para la gota y las inflamaciones puede ser útil por este mismo motivo, pero si prolongamos su uso, nos puede causar leucopania, con lo cual puede tener un riesgo serio para nuestra salud. Hoy en día la colchicina solo se usa como tratamiento en momentos puntuales, de crisis, para frenar los síntomas, pero no como tratamiento base a largo plazo.

Esta propiedad de inhibir la duplicación celular ha abierto también líneas de investigación para intentar estudiar un fármaco que inhiba la proliferación de células cancerígenas, pero es una línea de investigación pobre y contradictoria, pues muchas células que duplican su ADN pero que por el efecto de la colchicina no llegan a duplicarse, también pueden acabar mutando en células cancerígenas o peligrosas cuanto menos.

El azafrán silvestre en la edad media, en la espagiria, era una flor asociada a la luna y a Venus, a la luna por su color blanco con toques morados, por ser prácticamente insípida e inodora y por tener el tallo tan blando y a Venus por su fragilidad y belleza. Es muy curiosa esta manera de leer las propiedades de las plantas, pues aquellas plantas regidas por la luna eran plantas especialmente buenas o para el tratamiento de la psique o para las defensas y el sistema inmune. «La señora de las defensas» se llamaba a la luna, y, Venus es la «señora de la proliferación y la reproducción». Hoy en día sabemos que la colchicina tiene su acción sobre la reproducción celular y la utilizamos muy especialmente para el control de la reproducción de las defensas.

Rosana Ferre