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¿Qué habitante de la ciudad no sueña a veces con verdes campos, inmensos bosques, impenetrables selvas, horizontes de montes y valles?

¿Qué es lo que nos llama de esos paisajes, de esas imágenes tan puras?

La naturaleza nos remite a momentos de paz, nos hace conectar con una parte importante de nuestra existencia que es la tierra que habitamos y su medio ambiente. Pero lo que muy pocos pensamos, es que podemos disfrutar de las bondades de la tierra, de los beneficios que nos brindan las plantas y del efecto positivo que genera en el ser humano el contacto con el verde, sin tener que desplazarnos (aunque no quita, que deberíamos hacerlo siempre que podamos).

Quiero hablaros sobre la importancia de las plantas en nuestro alrededor y los beneficios que nos otorgan. Y lo fundamental de entender que en la ciudad no solo es posible convivir con más verde, sino que es una necesidad y tenemos que incorporarlo como tal.

Actividad para el alma. Quizás lo más importante y beneficioso para nosotros los humanos: el contacto con las plantas. Es inevitable disfrutar de ver nuevos brotes, seguir el desarrollo y nacimiento de una planta desde la semilla, gozar con la aparición de nuevas flores, hablar y sentir a estos seres maravillosos que nos brindan sus virtudes y se convierten en una compañía sana y bondadosa. ¿Quién no se siente pleno delante de un imponente rosal o un naranjo en flor?

El aire. Si de bienestar se trata, las plantas son una fuente pura de oxígeno. Este elemento vital para los seres humanos, es emitido durante el día por las plantas y a su vez absorben el dióxido de carbono en el aire. Es recomendable especialmente para ambientes cerrados habitados durante el día, como en oficinas o lugares de trabajo. El aire también goza de una humedad regulada con plantas en el ambiente, debido a la transpiración de las mismas que evapora el agua. De esta manera, nos brindan un aire más puro y sano tanto para nuestras vías respiratorias como para nuestra piel.

Temperatura. Ayudan a regular las temperaturas extremas en invierno emitiendo calor, y en verano aportando sombra y humedad para una mayor frescura.

Alimentación sana. Es muy común (¡y recomendado!) cultivar alimentos en casa. No hace falta mucho espacio, basta con algunas macetas para tener aromáticas, verduras de hojas verdes y otras de porte pequeño y mediano. Así podemos tener el verdadero sabor de los mismos, sin la sospecha de estar ingiriendo alimentos adulterados con agroquímicos o venenos. ¡Es incomparable el sabor!

Cuerpo sano. Cada vez es más aceptado el poder de la medicina natural. Desde una simple infusión con un poco de menta, cedrón o manzanilla hasta todo tipo de recetas para fuertes migrañas, dolores menstruales y un gran etc. Las plantas nos curan el cuerpo, nos alimentan el espíritu.

Reduce el estrés. Las plantas no saben de acelere, de horarios, de compromisos. Ellas tienen sus tiempos, sus ritmos… y nosotros podemos aprender de ellas. Con su tranquilidad y parsimonia, saben transmitirnos una paz tan noble como sabia. Regar con templanza, podar cuando es necesario, dar más o menos luz si la planta lo pide… Nos llevan a entender sus ritmos y dejar de lado la vorágine de la ciudad y la velocidad que a veces no podemos manejar.

Además de tantas virtudes, las plantas nos enseñan a respetar a los seres de este planeta, a entender que no estamos solos y que necesitamos convivir con otras especies para lograr una armonía en esta vida. Nos permiten amar, compartir, disfrutar, observar y conectar.

¡Hagamos de la ciudad un paisaje verde!

En nuestras casas, nuestros oficinas, nuestros balcones, nuestros jardines, nuestras paredes… ¡En todos los rincones!

Las plantas son bondad, son pureza, son amor, son compañía… Son VIDA.